¿Por qué Chingotto y Galán volvieron a ganar? ¿Y qué le espera al pádel en el futuro?

13 de noviembre de 2025

Este ya es el cuarto final perdido del año para la pareja número uno del mundo. Surge la pregunta: ¿es casualidad o una tendencia?

¿Por qué Chingotto y Galán volvieron a ganar? ¿Y qué le espera al pádel en el futuro?

En el recién concluido torneo FIP Kuwait World Pairs, celebrado en Kuwait, en la final volvieron a encontrarse rostros familiares. Los número uno del mundo, Arturo Coello y Agustín Tapia, intentaban detener a Federico Chingotto y Alejandro Galán, que atraviesan un momento de forma fenomenal.

El torneo tenía una importancia especial: por la cantidad de puntos otorgados, se equiparaba a un Major. Los “Golden Boys”, Coello y Tapia, incluso se saltaron la etapa anterior, menos prestigiosa, en Egipto, para prepararse mejor para Kuwait. Pero la apuesta no funcionó: el partido fue casi un espejo de la final de Milán: un comienzo dominante de Arturo y Agustín, un giro en el segundo set y luego un dominio total de sus rivales en el decisivo. Este ya es el cuarto final perdido del año para la pareja número uno del mundo. Surge la pregunta: ¿es casualidad o una tendencia?

La clave: la velocidad de la pista

Existe una tendencia, y la clave está en la velocidad de la pista. En los cuatro finales perdidos, la pareja número uno cayó en pistas lentas.

La velocidad de la pista depende de muchos factores: naturales (humedad, temperatura, altitud) y técnicos (tipo de superficie, cantidad de arena, material de la base).

  • Una pista rápida favorece a los jugadores ofensivos: la pelota sale más fácil y los remates son más eficaces.

  • Una pista lenta beneficia a los jugadores técnicos y pacientes, que saben defenderse y construir los puntos.

Durante el torneo en Kuwait, un bloguero español de pádel realizó un experimento que se volvió viral: dejó caer la misma pelota desde la misma altura en la pista central y en la pista 2. La diferencia en el bote fue tan evidente que se puede afirmar que la pista central era notablemente más lenta. ¡Y eso dentro del mismo torneo! Muchos lo consideraron un error de los organizadores, pero en mi opinión fue una decisión deliberada. Los anfitriones no querían otra victoria rutinaria de Coello y Tapia, sino un espectáculo más equilibrado e impredecible —y lo lograron.


El pádel está cambiando

El pádel es un deporte joven y en plena expansión. Está cambiando todo: el calendario, las reglas, la técnica, la táctica. Pero sobre todo, está cambiando el estilo de juego.

En los últimos 20 años, el pádel ha pasado de un formato lento y defensivo a un juego dinámico, agresivo y espectacular.

Por ejemplo, cuando Fernando “Bela” Belasteguín y Juan Martín Díaz dominaban el circuito, sacar la pelota fuera del campo era casi una hazaña. La mayoría de los puntos se ganaban con técnica y táctica, no con potencia. Hoy todo es distinto: quienes apuestan por la fuerza y el ataque marcan tendencia y ganan títulos. Pero eso hace el juego predecible: si la pista es rápida, ganan los “Golden Boys”.


Las pistas lentas devuelven la intriga

Un buen ejemplo es Paquito Navarro, veterano y ex número uno del mundo. Asegura estar en la mejor forma de su carrera, pero en pistas rápidas no puede seguir el ritmo de los jóvenes y le cuesta mantenerse en el Top 10. En Guiza, donde la pista era lenta, Paquito llegó a la final; y en Kuwait, donde la pista central —como ya vimos— fue intencionalmente más lenta, repitió éxito al llegar a semifinales.

Algo similar ocurre en el circuito femenino: Delfi Brea y Gemma Triay, representantes del estilo ofensivo, perdieron la final de Kuwait ante las más técnicas Paula Josemaría y Ariana Sánchez.

Los organizadores de torneos están notando esta relación y empiezan a regular la dinámica de los partidos mediante la velocidad de las superficies. Porque el espectáculo no depende solo de los golpes potentes, sino también de la emoción, la lucha y la sorpresa.


¿Hacia dónde va el pádel?

Hoy el pádel está en un punto de inflexión. La era del dominio absoluto del juego ofensivo parece estar llegando a su fin. El deporte busca un equilibrio entre velocidad y técnica, entre previsibilidad y emoción.

No es casualidad que el propio Paquito Navarro proponga:

  • Recuperar la regla del “punto de oro”,

  • Alternar entre pistas rápidas y lentas,

  • Reducir el número de torneos obligatorios a 16.

Por supuesto, Navarro piensa también en su propio beneficio —estas medidas prolongarían su competitividad—, pero ha captado bien la tendencia.

El regreso del “punto de oro” también tiene lógica: añade un elemento de imprevisibilidad y acorta la duración de los partidos, algo especialmente útil en pistas lentas, donde los intercambios se alargan.


El próximo torneo, Premier Padel P1 en Dubái, comienza esta misma semana. Los organizadores prometen una pista rápida, y es lógico suponer que Coello–Tapia y Brea–Triay volverán a conquistar los títulos. Pero lo más importante no es quién gane, sino hacia dónde se dirige el deporte.

El pádel entra en una nueva fase de desarrollo: la fase del control consciente de la dinámica del juego. Ahora, el resultado depende no solo del talento de los jugadores, sino también de la velocidad de la superficie, lo que significa que el equilibrio entre fuerza y técnica empieza a ser un tema de regulación.

Esto es un signo de madurez del deporte: el pádel comienza a autorregularse, buscando mantener el espectáculo sin perder la emoción.

Y quizá, justo ahora, el pádel esté dando el paso de la “era de la fuerza” a la “era del equilibrio”, donde ganarán no solo los más poderosos, sino los más inteligentes —tanto jugadores como organizadores.

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